martes, 21 de diciembre de 2010

NAVIDAD: Un tiempo para estrenar

“Todo tiene su momento y cada cosa, su tiempo”
Hay un tiempo de plantar,
Un tiempo de renacer,
Un tiempo para crecer
Y un tiempo de cosechar;
Tiempo para dormirO tiempo de despertar.
Todo tiene su momento...

Y hoy se te regala un tiempo:
Un tiempo para ESTRENAR.
Para estrenar las PALABRAS
Que el tiempo gastando va,
Para ser signo viviente
De lo que vas a anunciar
Recreando con la vida
La justicia, la verdad,
La alegría, la esperanza,
El amor, la libertad.
Para estrenar CORAZÓN,
Que es lo mismo que estrenar
Los motivos, la ilusión,
La vida por entregar,
La fuerza de la oración
Y el coraje al actuar,
Las antenas del amor
Para ver, para escuchar…
Tiempo de estrenar los PASOS;
De intuir y de buscar
Nuevos caminos,
aquellos Que más pueden acercar
Al hermano más pequeño, al diferente, al igual,
Al mundo que necesita levadura, luz y sal.

Caminos para que el Reino,
Hoy y aquí, pueda llegar.
“Todo tiene su momento y cada cosa, su tiempo”…
Y el tiempo que hoy se te da
Es momento oportuno
Que no es para “continuar”
Con el vino en odres viejos,
Ni de “volver a empezar”
Con la tierra del camino
Que se nos pegó al andar….
Es TIEMPO DE DIOS, tu tiempo,
Un tiempo para ESTRENAR.

¡FELIZ NAVIDAD!

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jueves, 16 de diciembre de 2010

Gracias: psicología de la gratitud




Dar, pedir y recibir son tres verbos que conjugamos con frecuencia. Pueden ser también la expresión de tres aprendizajes que nos conviene adquirir a lo largo de la vida: saber dar, saber pedir y saber recibir. En el ejercicio de mi profesión como psiquiatra me encuentro habitualmente con personas que saben dar, que dan sin dificultad, pero a las que les cuesta mucho pedir. En la vida cotidiana todos conocemos a otros que son ejemplo de lo contrario, pedigüeños inmisericordes que no se cansan de pedir y que no dan ni la hora. Lo normal es, por otra parte, que la persona generosa que sabe dar sea también agradecida y sepa recibir. Gratitud y generosidad suelen ir de la mano, son virtudes íntimamente relacionadas que se complementan, quien sabe recibir con gratitud sabe dar con generosidad.

Saber dar supone no echar en cara, no pasar la factura y no alardear ostentosamente haciendo publicidad a diestro y siniestro de lo dado. Dar ostentosamente es casi peor que no dar. Muy distinto es ese dar sin que tu mano derecha sepa lo que hace la izquierda. Dar sin humillar, sin que el que recibe se sienta pobre y pequeño, dar sin que se note, imperceptiblemente. Ese dar es compartir con alegría. Y, por el otro lado, gratitud es recibir con alegría y compartir esa alegría con el que da. Es saber dar las gracias. Ser agradecido supone haber superado el egocentrismo, ese creer que todo me es debido. La gratitud no es posible sin humildad, el egoísta y el soberbio son desagradecidos porque no les gusta reconocer lo que reciben del otro, y la gratitud es ese reconocimiento. Cuando somos egoístas nos comportamos como esos agujeros negros de los que hablan los astrónomos, que todo lo absorben y no devuelven nada ni tan siquiera la luz que les llega.

La soberbia es la antítesis de la gratitud. Dar a un soberbio puede acarrearnos alguna sorpresa. Un gran amigo octogenario, sabio por formación y más sabio aún por experiencia de vida, me dijo en cierta ocasión hablando de una decepcionante relación con un compañero, ¡qué favor le habré hecho yo a éste para que me trate tan mal! En efecto, uno de los más grandes filósofos, Kant, al tratar sobre la psicología del soberbio advertía de algo en apariencia contradictorio, el ganarnos un enemigo por los favores que hayamos prestado. Y es que el soberbio, el orgulloso en grado superlativo, posee tal amor propio que puede llevar a cabo esa extraña y desgraciada transformación: la ingratitud y el rencor hacia su benefactor. Así pues, habrá que cuidarse del orgulloso al que hayamos hecho un favor.

La generosidad y la gratitud son virtudes y como tales son “excelencias” que no abundan y de las que en general andamos faltos. En un mundo donde casi todo se compra y se vende apenas queda sitio para ellas. Pero no caigamos en el pesimismo, todos conocemos a personas generosas que son agradecidas, que dan sin esperar recibir, que saben, en definitiva, que lo que no se da se pierde. La mayoría, sin embargo, practicamos un trueque, no damos sino que intercambiamos, o damos esperando una recompensa futura, lo cual tampoco es generosidad sino inversión. Dichoso aquel que puede dar sin recordar y recibir sin olvidar, en esta sentencia se encierra la esencia de la gratitud y de la generosidad.

La palabra virtud deriva de la raíz latina vir que significa fuerza y ciertamente todas las facultades que los clásicos llamaban virtudes hacen a los hombres más fuertes y mejores. Además, la felicidad está del lado del bien y por lo tanto de la virtud. Ser generosos y agradecidos nos hace en definitiva más felices. La cuestión es si se nace o se hace, si se es por naturaleza o se puede adquirir, si es cuestión de genética o de educación y aprendizaje. Probablemente haya algo de cada cosa, a la genética no podemos cambiarla, pero sí podemos hacer por aprender, por educar y educarnos. Hoy parece olvidada una disciplina que cuando era niño formaba parte de las calificaciones escolares, me estoy refiriendo a la “Urbanidad”, algo por cierto muy distinto a la “Educación para la ciudadanía”. La urbanidad no es una virtud sino el aprendizaje de las virtudes, una suerte de ensayo o de práctica. Todos podemos recordar cómo en nuestra niñez, nuestros padres nos repetían con machacona insistencia aquello de “¿qué se dice?”, y nosotros pronunciábamos la palabra “gracias”.

El crecimiento personal en cualquier virtud no es nada fácil sino siempre complicado, y no hay recetas que podamos seguir. Pero, que algo sea difícil no es excusa para no intentarlo. Cada cual acaba siendo experto en lo que practica asiduamente y la generosidad y la gratitud pueden practicarse. Ahora, que somos mayores, podemos tomar consciencia de tantas cosas sencillas que nos pasan inadvertidas en nuestra vida cotidiana y que podrían despertar en nosotros la palabra gracias. Creo que sería un buen ejercicio para todos decir y escuchar internamente esa palabra, “gracias”, seguro que si buscamos en nuestros adentros encontraremos motivos para pronunciarla. Y ese ejercicio es aún más oportuno en tiempos de crisis como los que corren en los que vemos todo tan oscuro, sin reparar en las cosas buenas que poseemos. La gratitud puede volcarse hacia la vida en su conjunto, ¡hay tantas cosas por las que podemos dar las gracias! Así lo hacía Mercedes Sosa cuando cantaba aquella inolvidable canción de Violeta Parra: “gracias a la vida que me ha dado tanto”, todos debiéramos grabarla en nuestro corazón, es un canto lleno de alegría y gratitud.

La gratitud sirve incluso para afrontar lo más difícil de la vida, la muerte de nuestros seres queridos. La muerte que acaba adueñándose de todos y de todo, no puede adueñarse de lo que hemos vivido. El duelo, ese trance irremediable, se acaba cuando llega serenamente la gratitud, que es la alegría por haber tenido, por haber disfrutado de la persona amada. La gratitud no anula el duelo pero hace que lo superemos porque consigue que pasemos del dolor atroz por la pérdida a la dulzura del recuerdo. Por eso decía Epicuro: “Dulce es el recuerdo del amigo desaparecido”. La gratitud es la memoria del corazón.


Fuente: el imparcial.es
08-11-2010

lunes, 13 de diciembre de 2010

CARTA PARA LOS REYES MAGOS


La carta a los Reyes Magos es una carta mágica. En ella caben muchas ilusiones y deseos.Y esun momento especial a su vez para compartirla con nuestros hijos. en nuestra mano también está el educarlo para saber que regalos pedirles.

A través de este link podeis adquirir un formato que les gustara vuestros, hijos:
www.solohijos.com/general/html/navidad/formulario_carta.php

Como vemos se acerca la Navidad. Abriremos las puertas de nuestro hogar a unas fiestas en origen entrañables, familiares y trascendentes pero desvirtuadas actualmente por nuestras ansias de tener y acumular.
¿Acabarás esta Navidad sintiéndote vacio y con la sensación de no haberlas sabido aprovechar? ¿Con la habitación de tu hijo llena de juguetes que no sabes dónde guardar? ¿Con la satisfacción de tu hijo por haber conseguido ese fantástico juego de ordenador, brutal y cruel, que provocará un año más conflictos entre vosotros?

En algún momento te tienes que cuadrar ante este desaforado consumismo que no solo invade nuestro bolsillo sino nuestras mentes y las de nuestros hijos. ¡Y nuestros valores!

La Navidad nunca debería ser lo que la televisión y los catálogos de regalos se empeñan en conseguir: un oneroso y especulativo tiempo de gasto compulsivo donde nosotros nos dejamos manipular por nuestros hijos que, a su vez, son manipulados por estas influencias sutiles.

Diez puntos a tener en cuenta a la hora de regalar en Navidad

* Cuanto más tienen, más egoístas se vuelven. Si lo que pretendes es conseguir que tu hijo sea feliz, no le des todo lo que pide. Valóralo, priorízalo y contrástalo con tus objetivos educativos. Complacer a los hijos en todo lo que se pueda sin un criterio subyacente es contribuir a que crezcan egoístas, que es lo mismo que asegurarles la infelicidad.
Y menos valoran lo que tienen. La lista sería infinita: desde ropa, móviles, ordenadores, juguetes, viajes hasta ¡libertad! Todo ha de estar en su justa medida y deben ser lo suficientemente maduros para apreciarlo y conservarlo. Y agradecerlo. La carencia es una buenísima arma educativa y no un motivo de frustración si la sabes manejar bien.

* Pregúntate qué es lo que en realidad desearía tu hijo y por qué. Si se trataran de deseos, ¿qué crees que preferirá tu hijo que le regales? ¿Un juguete o ir contigo a patinar, jugar al futbol, ir al cine, disfrutar de un cuento o sencillamente pasar un rato contigo a solas, jugando a lo que a él más le gusta? La mayoría de los niños, especialmente los de primaria pero también muchos adolescentes, preferirán pasar un tiempo íntimo con sus padres. Y si tu hijo no lo prefiere, o es que ya pasa mucho tiempo contigo y no necesita más (lo cual es genial) o es que ya se ha acostumbrado a prescindir de ti lo cual es muy triste). Piensa cuál sería la respuesta de tu hijo y saca tus propias conclusiones.

* Tu hijo no se traumatizará si los Reyes Magos no le traen los regalos que esperaba con tanta ilusión. Le molestará pero sobrevivirá. ¡No lo sientas tú más que él! Tu hijo es muy capaz de aceptar las pequeñas (o grandes) desilusiones. Acepta sus sentimientos pero no te sientas mal por no ceder ante todo lo que le ilusiona. Navidad no debe ser la excusa para permitir a nuestros hijos lo que no les permitimos en otra fecha del año.

* Si no hay dinero para comprar lo que pide, no hay dinero. ¡Y punto! Acostumbrar a nuestros hijos a pasar con lo que se tiene ya es el mejor regalo que les podemos hacer. No se trata de que sufran la crisis al mismo nivel que nosotros pero todos debemos .abrocharnos el cinturón. cuando es necesario y aceptar con ilusión lo poco o mucho que se pueda regalar. En ocasiones jugar con tu hijo será el mejor juguete que pueda tener. ¡Y eso es gratuito!

* Los niños no se pueden sobornar: los regalos nunca suplirán la falta de tiempo o atención con tu hijo. No conviertas la Navidad en lo que no es. No es un tiempo de remordimientos. Ni de permisibilidad. Ni tampoco de manipulación. Trata de evitar que tus sentimientos de culpabilidad (y no de amor) te impulsen a comprar los regalos. Ten la mente despejada, piensa lo que es mejor para tu hijo y no intentes deslumbrarlo para que olvide tus fallos. Los olvidará temporalmente pero cuando pase la Navidad seguirá teniendo las mismas carencias.

* Lo que ellos piden para Reyes no siempre es lo que más les conviene. No tires tu dinero: regala solo aquello que de alguna forma les haga mejor. Ellos no tienen criterio ni límites para pedir; los límites y el criterio lo has de poner tú. Si no estás de acuerdo con que tu hijo lleve móvil a los 11 años, ¿por qué vas a ceder a sus reiterativas y reiterativas peticiones? ¿Solo porque, según él, es el único de la clase que no lo tiene? ¿Porque afirma que se está quedando desfasado? ¿De vedad no puedes defender tu criterio ante los argumentos de tu hijo de 11 años? Si es así, en tu casa falla algo.

* Papel y lápiz para hacer la carta de los Reyes Magos. Ni se te ocurra salir de casa a comprar los regalos de Navidad sin saber qué es lo que estás buscando. Compra solo aquello que has meditado y que has escrito en tu lista (no en la lista de los Reyes Magos de tu hijo; es fácil que no sea la misma). Evitarás improvisar y dejarte arrastrar por el torrente publicitario pues, aunque nos creamos inmunes, a veces somos los primeros en caer en sus redes. ¡Que nadie ni nada decida por ti!

* Habla con tus hijos de lo que han pedido en su carta. Aunque con diferentes niveles, es bueno que conversemos con nuestros hijos acerca de la selección que han hecho. En muchas ocasiones nos sorprenderán los motivos por los que han elegido sus regalos, tanto por su acierto como por su desacierto. Debemos explicarles por qué unos regalos son posibles y otros no: por presupuesto, por utilidad (juguetes espectaculares pero de mala calidad o de pocos usos), por valores (juguetes bélicos o sexistas), etc Los niños se ilusionan con facilidad por lo que podemos aprovechar esa capacidad de entusiasmo para sugerirles otras alternativas más enriquecedoras.
Una Navidad en la que no se piense en los demás, es una Navidad pobre: tus hijos TAMBIÉN deben regalar a los demás, tengan la edad que tengan, y no necesariamente con regalos materiales. El más pequeño de la casa puede ayudar en la cocina a hacer un pastel. Tu hija de 7 años puede invitar a casa a esa compañera con la que nadie quiere jugar. Tu hijo de 15 años puede ofrecerse para repasar matemáticas a ese vecino que siempre se queja de suspenderlas. Tu hijo de 17 puede apadrinar a un niño con lo que gana de canguro o colaborar de alguna manera activa con una ONG. Y todos pueden regalar sonrisas en casa, buen humor, predisposición para ayudar y favores invisibles. Hacerse la cama cuando nunca se la hace también es un regalo.

* Navidad es sinónimo de familia. Es un buen momento de ser sincero contigo mismo y reflexionar sobre tu papel de padre o madre. Seguro que hay cosas que puedes mejorar. Es un tiempo de ser humilde y recapacitar. ¿Quizás puedes mejorar la manera de hablar a tus hijos y pareja? ¿No sería posible encontrar un huequecito al día para dedicar exclusivamente a tus hijos? ¿Por qué no instaurar nuevas costumbres en casa más humanas, más cálidas y educativas? Darse un beso de buenos días y buenas noches entre todos los miembros de la familia es una estupenda costumbre que muchas familias han olvidado ¿Y si las recuperas a partir de ahora?

¿Por qué no aprovechar la Navidad para dar las gracias por tener una familia? ¿Por qué no verbalizar en voz alta lo importante que es la familia para ti, sea como sea? En torno a una buena cena o comida, consigue que todos te presten atención. Da gracias en voz alta por lo que significa para ti tu familia, lo mucho que la quieres y lo feliz que te hace. Si se te da bien la oratoria, puedes decir dos frases positivas de cada miembro de ella. Quién sabe, quizás los demás también quieran dar su opinión y agradecer o agradecerte algo. Esto también es un buen regalo para esta Navidad

fuente:www.solohijos.com

jueves, 9 de diciembre de 2010

Sé amigo de tu hijo... en Facebook


Cada vez son más los padres de familia alarmados por el tiempo que sus hijos dedican a las redes sociales como Facebook. Al temor de que encuentren desconocidos se añade ahora un riesgo no menos nefasto: la pérdida del tiempo.

No es algo superfluo si se considera que hay evidencia que a mayor tiempo dedicado a redes sociales hay un menoscabo en la vida académica. O lo es que lo mismo: más horas en Internet igual a peor rendimiento escolar.

En Estados Unidos apareció hace tiempo el libro “Facebook for parents” (“Facebook para papás”, Linda y B.J. Fogg), un “manual” para ayudarse y ayudar a los hijos a utilizar adecuadamente las redes sociales, particularmente Facebook. Una de las recomendaciones que ofrece el libro es evitar espiar a los hijos y mejor tutelarlos. Y la pregunta que viene en consecuencia es “¿cómo?”.

Psicóloga y madre de ocho hijos, Linda Fogg responde: “Vigilar no quiere decir juzgar y menos espiar, sobre todo porque una vez perdida la confianza de un chico, espiándolo, es más difícil recuperarla”.

Y añade: “Enseñemos a los niños que deben proteger la información sensible –dirección de casa, de escuela, número de teléfono– y expliquémosles cómo hacerlo. Convenzámoslos que aquello que ponen en la web, fotos incluidas, es ‘incancelable’, y que compartir la información con “los amigos de los amigos” –en lugar de sólo elegir la opción “sólo amigos”– es como darle la información a cualquiera”.

Una manera concreta de ejercer esa tutela es precisamente convertirse en “amigos” digitales de los hijos en la red social que usan, no sólo Facebook, desde luego.

Y aquí empieza el trabajo cercano y amoroso de un padre de familia. Trabajo que significa hacer comprender al hijo que cuando tengan una duda o problema, también en el “mundo digital”, el padre y la madre estarán también ahí para ayudarlo y no para vigilarlo.

De ahí que se les pueda proponer a los hijos más reacios a aceptar a los propios padres como amigos, dejar a los papás como “amigos” de segundo rango, dándoles acceso sólo a un cierto nivel de información.

El 12 de septiembre de 2010 “Il Corriere della Sera” publicaba en la sección de salud 10 consejos dirigidos a los padres (p. 59):

1. Identificar las reglas compartidas de navegación en Internet, de modo que los hijos se sientan partícipes en la elaboración de ellas y, en ese mismo sentido, responsables al cumplir lo que ellos mismos pudieron proponer razonablemente.

2. Colocar la computadora en un lugar visible. De preferencia fuera de la propia habitación.

3. Aprender el uso de Internet.

4. Utilizar sistemas de protección (filtros).

5. Hablar habitualmente con los hijos sobre el uso que hacen de Internet.

6. Recomendarles y recordarles que en la web no es conveniente dar o dejar datos personales como domicilio o teléfono.

7. Recomendar jamás pedir fotos o videos personales de forma online y menos repartirlos a quienes no se conoce personalmente.

8. Ser claros en los riesgos que se derivan del contacto con desconocidos en Internet (pedofilia, secuestros, violencia, etcétera).

9. Evitar el uso de Internet por la noche. Habituarlos siempre a avisar a los papás que se usará Internet y, en el caso de estar en un chat, con quién se estará “chateando”.

10. Navegar y “chatear” juntos, al menos inicialmente, para orientarlos en la práctica sobre qué es la privacidad en Internet y cómo relacionarse ahí.

Aunque redes sociales como Facebook especifican que son para mayores de 13 años, la realidad es que cada vez más niños obtienen perfiles en esa u otras social network. Un padre de familia convertido en “amigo” es un recurso de cercanía y un apoyo moral para todos esos adolescentes que están formando su personalidad.


(Por Enrique Mujica, Colaborador Mujer nueva, 2010-11-19)

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Adviento: Esperando la Navidad


El adviento es conocido por todos como ese tiempo que precede a la Navidad, siempre lo hemos considerado como un tiempo de espera y por eso mismo de preparación para el nacimiento de Niño Dios.

Sin embargo como cualquier regalo que pretendemos abrir y estrenar rápidamente es en lo que estamos convirtiendo este tiempo, que cada año que pasa se pretende anular, y pasar directamente a una pseudo-navidad donde se dan primacía a las compras. Todo esto nos lleva cada vez más a un ritmo de prisas, y de huir del tiempo presente. Y bien nos lo decía el personaje del Principito en la obra de Antoine Exupery: “Corremos tanto, que es fácil no ver, no escuchar, no dialogar, no acariciar, no sentir, no pensar…y en consecuencia, no ama .El amor necesita un ritmo, una cadencia que no sabe de prisas.” Y es que eso de esperar parece que no se lleva, lo llevamos a día de hoy muy mal, se lleva eso de lo quiero ya y cuanto antes mejor, y eso nos ocasiona muchas ansiedades y angustias, que en psicología conocemos como falta del control de los impulsos. Sin embargo ¿Cómo vamos con esa actitud a preparar algo tan importante como es la Navidad? Las calles aparecen iluminadas y ¿nuestros corazones se iluminan? Si que es cierto que cada vez más los padres lo tienen más complicado porque la publicidad hace estragos en los más pequeños y es difícil explicarles el verdadero sentido de la Navidad, ¿Y cómo hacerlo? A veces pensamos que los niños necesitan grandes explicaciones pero creo que eso no es necesario valiéndonos de la información que reciben perfectamente les podemos orientar a que comprendan porque el adviento es necesario antes de llegar a la Navidad.

Así una anectoda a la que suelo recurrir es a la de los supermercados, ver como los niños consumen cualquier alimento o golosina antes de pagarlo en la caja, cuando les tenemos que explicar que las cosas necesitan de una espera, porque existe un por qué, muchos dirían que así “reprimo” a mi hijo, como me han comentado en muchas ocasiones; sin embargo no creo que esto sea motivo de represión y si como vehiculo de facilitación social, para ayudarlos en su adaptación en un mundo donde hay unas pautas mínimas que cumplir para que todos podamos convivir. Mira si es necesario esperar, que también esperamos en la parada del auto-bus, en la cola del pan, incluso una embarazada necesita de un tiempo para dar a luz, et. Sin embargo nos damos cuenta como lo material lo que se puede controlar hace que el ritmo de la vida este más bajo el control humano que divino. Parecería que el titulo de este artículo no tiene nada que ver con su contenido, lo que si he pretendido es resaltar el concepto de ESPERA. Que como vemos cumple una función social, que eso es perfectamente comprensible, pues bien por qué no dar un paso más y le damos ese matiz de trascendencia: ¿Para que esperar? Yo les animo a ello, a ser más conscientes del tiempo presente, de respetarlo y de no intentar controlarlo. De esa manera viviremos con más tranquilidad y alegría la verdadera preparación para que Dios no solo nazca en nuestras casas sino en nuestros corazones, solo así nos saldrá del corazón hacer participes a los demás de ese: ¡Feliz Navidad!


Mª Del Carmen González Rivas.
Psicóloga