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jueves, 16 de septiembre de 2010
Aspiraciones de libertad
La primera vez que escuché la expresión «el hombre es un lobo para el hombre» del filósofo Thomas Hobbes me quedé pensativo y algo triste porque es cierto que en no pocas ocasiones nos comportamos como enemigos de nuestros semejantes y hacemos de la agresividad nuestra carta de presentación individual y social. Basta acercarse a las noticias de actualidad de cualquier medio de comunicación para comprobar la veracidad de lo que se afirma y en esas aparecen malos tratos, guerras, violaciones, muertes violentas, robos y un sinfín de atrocidades cometidas por las personas.
Cuando la expresión fue la de «el hombre es bueno por naturaleza» del francés Jean Jacques Rousseau también me suscitó ideas, en esta ocasión, positivas y cargadas de esperanzas en el futuro de la especie humana. Son muchos los que hacen, y otros tantos que lo intentamos, de la bondad la principal vía de expresión personal. Hombres y mujeres que han dado la vida por sus seres queridos o por otros que lo necesitaban, o por el país, o por unas ideas o creencias o en el cumplimiento de su deber profesional.
Y cuando leo que «cualquier persona puede cometer un homicidio en una situación límite» algo me dice que de nuevo aparecen las generalizaciones y estas son bastante imprecisas e injustas y me explico. El comportamiento humano tiene tantas versiones y particularidades como los protagonistas de los mismos le van imprimiendo. Siempre que resumamos un conjunto o una totalidad en una expresión estaremos ganando en claridad pedagógica, pero perderemos matices que nos conducirán a errores en la interpretación práctica y nos lanzarán una vez más al eterno debate de si el hombre es libre o si está tan condicionado por la dotación genética o por su fisiología o por su capacidad intelectual o por las circunstancias ambientales que llega a estar previsiblemente establecido.
Creo que el comportamiento del hombre se mueve en un continuo entre libertad y determinismo y en medio se encuentra la totalidad de los mismos. Algunos tienen más de decisión personal y menos de condicionado y así nos movemos en las infinitas combinaciones que se puedan realizar entre ellos. Por eso nos preguntamos en qué medida alguien es libre cuando decide qué conducta va a desarrollar y los profesionales de la justicia, asesorados por los de la medicina psiquiátrica y de la psicología, se debaten continuamente en ello. Si se demuestra que se es menos libre y más prefijado entonces la responsabilidad del individuo es menor o por el contrario es mayor y la sanción también lo será.
La madurez humana va en consonancia con la capacidad que tiene el sujeto en poder tomar decisiones y comportarse ejerciendo la libertad y controlando los condicionantes que le limitan en sus posibilidades. Pienso que no todos estamos preparados ni capacitados para grandes hazañas ni que tampoco todos llegaríamos a matar a otros. Afirmar que en determinadas situaciones daríamos la vida por los demás o, por el contrario, quitaríamos la vida nos estaría anulando la responsabilidad de nuestros actos porque no habríamos sido libres ni en la decisión ni en la ejecución y, por tanto, nos convertiría en seres amorales que hagan lo que hagan siempre llegarán a las mismas conductas, nos encontraríamos con que no tendríamos nada que cambiar.
Me resisto a creer que somos lobos unos con otros, ni que nacemos buenos por naturaleza ni que cualquiera pueda llegar a la misma conducta en unas condiciones similares aunque sean extremas, porque considero que somos seres racionales con claras aspiraciones a ser cada día más libre. Este ir dotándonos de libertad es a costa de que vamos controlando nuestros determinismos e instintos, la parte menos humana y más animal, y así es como la especie humana sigue avanzando y mejorando.
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ CHAVERO
PSICÓLOGO CLÍNICO Y MÁSTER EN BIOÉTICA
Fuente: hoy.es
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